Historia económica de la Primera Guerra Mundial
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La historia económica de la Primera Guerra Mundial abarca los medios utilizados por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), así como cuestiones relacionadas con la posguerra, como las deudas de guerra y las reparaciones. También cubre la movilización económica de la mano de obra, la industria y la agricultura que condujo al hundimiento. Trata de la guerra económica, como del bloqueo de Alemania
En 1914, al inicio de la guerra, todas las potencias esperaban una conflicto corto; ninguna había hecho preparativos económicos para una guerra larga, como el almacenamiento de alimentos o de materias primas críticas. Cuanto más tiempo se prolongó la guerra, más ventajas tuvieron los Aliados, con sus economías más grandes, más potentes y versátiles y con un mejor acceso a los suministros mundiales. Como concluyen Stephen Broadberry y Mark Harrison, tras el estancamiento que se produjo a finales de 1914: «La mayor capacidad de los Aliados para asumir riesgos, absorber el costo de los errores, reemplazar las pérdidas y acumular una abrumadora superioridad cuantitativa tenía que acabar por inclinar la balanza contra Alemania».[1]
Los Aliados tenían mucha más riqueza potencial que podían gastar en la guerra. Una estimación —usando dólares de 1913— es que los Aliados gastaron 147 mil millones de dólares en la guerra y las Potencias Centrales únicamente 61 mil millones. Entre los Aliados, Gran Bretaña y su Imperio gastaron 47 mil millones de dólares y los Estados Unidos 27 mil millones de dólares, mientras que entre las Potencias Centrales, Alemania gastó 45 mil millones de dólares.[2]
La guerra total exigía la movilización total de todos los recursos de la nación para un objetivo común. La mano de obra tenía que ser canalizada hacia las líneas del frente —todas las potencias, excepto Estados Unidos y Gran Bretaña, tenían grandes reservas entrenadas diseñadas solamente para eso—. Detrás de las líneas, la mano de obra tuvo que ser redirigida lejos de las actividades menos necesarias que eran lujos durante la guerra total. En particular, se tuvieron que construir vastas industrias armamentísticas para proporcionar proyectiles, armas, buques de guerra, uniformes, aviones. La agricultura tuvo que proporcionar alimentos tanto a la población civil como a al ejército —algunos componentes de la tropa eran agricultores que fueron reemplazados por mujeres, niños y ancianos que ahora hacían el trabajo sin la ayuda de animales— y a para los caballos encargados de transportar los suministros. El transporte, en general, fue un desafío, especialmente cuando Gran Bretaña y Alemania trataban de interceptar los barcos mercantes que se dirigían a los puertos enemigos. Las finanzas fueron un desafío especial. Alemania financiaba a las Potencias Centrales, mientras que Gran Bretaña financió a los Aliados hasta 1916, cuando se quedó sin dinero y tuvo que pedir prestado a los Estados Unidos, que se hicieron cargo de la financiación de los Aliados en 1917 con préstamos que exigió que fueran devueltos al término de la guerra.
En 1919, los victoriosos Aliados pidieron a la derrotada Alemania pagar reparaciones que cubrieran los costos incurridos por los Aliados. Por encima de todo, era esencial llevar a cabo la movilización de tal manera que se mantuviera la confianza del pueblo a corto plazo, se mantuviera el poder a largo plazo del establecimiento político y se preservara la salud económica de la nación a largo plazo.[3]