Arquitectura menor
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Arquitecturas menores son todas aquellas potencialidades arquitectónicas capaces de resignificar un espacio mediante la desarticulación de las dinámicas, objetos y sujetos de la disciplina arquitectónica tradicional. Las arquitecturas menores responden a estrategias formales, simbólicas y/o mentales de diversa índole por las que aquel que practica un espacio construido consigue apropiarse del mismo, trabajando en favor de un reconocimiento más amplio de la realidad, hacia un entorno más diverso y, por lo tanto, más inclusivo. Este devenir espacio, ampliando los límites de lo real dentro de la propia obra arquitectónica, permite una reterritorialización capaz de elevar al grado de “político” las circunstancias de un/a individuo/a o colectivo.
Este concepto ha sido empleado dentro de la teoría de la arquitectura por diversos autores desde la década de los 90 del siglo XX. Toma el adjetivo menor del concepto de literatura menor empleado por los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari, en referencia a la literatura del autor bohemio Franz Kafka. La primera en emplear el término arquitectura menor fue la arquitecta Jennifer Bloomer, la cual recogía bajo este concepto todas aquellas prácticas arquitectónicas que se guiaran por las tres características principales que distinguen a la literatura menor: desterritorialización, pérdida de lo individual en lo político y enunciación colectiva. Diferentes autores han empleado el término, la mayoría de ellos continuando la senda marcada por Bloomer, destacando entre ellos los también autores estadounidenses John Paul Ricco y Jill Stoner, o la arquitecta española Lucía Jalón Oyarzun, encargada de la traducción al castellano del libro Hacia una arquitectura menor (2018), gracias al cual el término toma impulso en el ámbito hispanohablante.