Historia de Campo de Criptana
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Campo de Criptana es un municipio manchego situado en el noreste de la provincia de Ciudad Real, cerca donde su límite confronta con los de las vecinas provincias de Toledo, Cuenca y Albacete. Su historia se inicia con la de los poblamientos que existieron dentro de su término municipal, algunos de los cuales se unieron en el siglo XIV para formar Campo de Criptana, que, a la postre, fue el único que ha continuado habitado hasta la actualidad.
Por los restos arqueológicos encontrados se puede afirmar que el término municipal de Campo de Criptana ha sido un área habitada desde el neolítico. Una vez iniciada la época de los metales, los asentamientos quedaron dentro del área de la cultura del vaso campaniforme y posteriormente en la denominada cultura de Cogotas I. Ya en la Edad del Hierro, formaron parte del extremo sureste del territorio de los carpetanos.
Iniciada la época histórica, se puede considerar que la primera reseña de sus poblaciones fueron las menciones que el historiador romano Tito Livio hizo de Alce y Cértima durante su relato de la conquista romana de Hispania. Ya en época romana, el ascenso a la categoría de municipium de la vecina Consabura (Consuegra) y su desarrollo consiguiente hizo que las localidades del término experimentasen un marcado declive. Durante el bajo imperio, parece que la comarca se articuló en torno a una importante villa surgida en la actual Alcázar de San Juan.
Tras la caída del Imperio romano, el término municipal inicialmente formó parte del efímero reino alano para pasar después al dominio visigodo. Durante esta época, la población parece centrarse en el poblado de «Villajos» y en torno al puesto fortificado existente en el «cerro de la Virgen», lugares donde se mantuvo en época musulmana, en la cual quedaron bajo la esfera de la ciudad de Toledo, tanto en la etapa del Califato de Córdoba como en la posterior Taifa de Toledo a la cual pertenecieron.
Durante el proceso de reconquista —iniciado en la región por Alfonso VI con la toma de la antigua capital visigoda— las poblaciones pasaron de manos musulmanas a cristianas y viceversa en varias ocasiones, no quedando consolidada la pertenencia al territorio castellano hasta la victoria cristiana en Las Navas de Tolosa. El término municipal quedó integrado en el Reino de Toledo y al poco pasaría a formar parte de los territorios pertenecientes a la Orden de Santiago que, durante las siguientes décadas, fue otorgando cartas pueblas, fueros y privilegios para fomentar la repoblación de los varios núcleos habitados dentro del término, entre los cuales se incluía uno denominado «El Campo» —surgido alrededor del 1300— que sería el que más prosperaría, para acabar absorbiendo a los habitantes de los restantes y cambiar su denominación a Campo de Criptana.
El pueblo experimentó un notable crecimiento en el siglo XVI, durante el que se construyeron buena parte de los monumentos hoy existentes en la población además de iniciarse la producción de harina en sus molinos de viento. En contraste, el siglo XVII significó para la localidad una época de decadencia, en la que perdió buena parte de sus habitantes, cuyo número no comenzaría a recuperarse hasta el siguiente siglo XVIII.
El área de Campo de Criptana fue escenario de la actuación de las guerrillas durante la guerra de la Independencia y se dieron varios combates en la villa entre fuerzas españolas y napoleónicas. Tras la muerte de Fernando VII, también la primera guerra carlista tuvo que sufrirse en la comarca y el municipio fue objeto de ataques por parte de los combatientes anti–isabelinos.
Pasado el reinado de Isabel II, la localidad experimentó un considerable desarrollo ayudada por la pronta llegada del ferrocarril que la conectó con Madrid y con el puerto de Alicante. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sufrió la crisis cerealista europea de la que salió reconvirtiendo gran parte de sus cultivos en viñedos. Este hecho la marcó de manera importante ya que, la mayor necesidad de jornales necesarios para su cultivo ayudó a fijar e incrementar el número de habitantes, a la vez que, también, se desarrolló un importante tejido industrial —bodegas y fábricas de alcohol— en torno al procesamiento de la uva y en el que participaron inversores llegados de otras regiones de España.
Campo de Criptana continuó con su crecimiento en el primer tercio del siglo XX, periodo durante el cual duplicó su población. El desarrollo del sector vitivinícola permitió una buena situación económica y el surgimiento de una importante actividad cultural, con mejora de la escolaridad, actividades en el teatro municipal, publicaciones de prensa local o la fundación de su equipo de fútbol en 1925. La evolución de este periodo se truncó en los años 30, cuando el sector del vino sufrió una importante crisis y la localidad no fue ajena a los conflictos sociales que desembocaron en la Guerra Civil, contienda durante la cual la villa permaneció todo el tiempo dentro del territorio republicano.
Tras los difíciles años de posguerra, el municipio sufrió durante la década de los 50 una importante crisis demográfica debido a la mecanización agrícola que dejó sin ocupación a buena parte de sus habitantes. Esta crisis se agravó en décadas siguientes debido al esquema desarrollista de la dictadura, que fijó unos polos de industrialización que significaron la emigración de una parte importante de sus vecinos. No sería hasta bien entrado el periodo democrático —en los años 80— cuando la población pudo recuperarse y aumentar su número de habitantes, a lo que finalmente contribuyó de manera importante el boom constructor del siglo XXI y la llegada de inmigrantes desde otros países.