Pérdida de libros en la Antigüedad tardía
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La pérdida de libros en la Antigüedad tardía (el período comprendido entre finales del siglo III y finales del VI) representa una pérdida irreparable para el patrimonio cultural de la Antigüedad clásica, el cual en su mayoría estaba plasmado en forma de libros antiguos. Debido a la pérdida de gran parte de la literatura griega y latina antiguas, el número de obras que han sobrevivido hasta nuestros días es extremadamente reducido. La mayoría de los textos que han sobrevivido, sin embargo, se han conservado en copias medievales; muy pocos textos originales de la Antigüedad han sobrevivido.
Las razones de esta pérdida masiva son diversas y debatidas. La llamada crisis imperial del siglo III supuso un punto de inflexión. Existen pruebas de la destrucción sistemática de escritos cristianos durante la persecución de los cristianos, así como de escritores paganos en el curso de la cristianización del Imperio Romano. Es probable que otras causas se encuentren en el declive cultural y en los disturbios de la época de las migraciones, especialmente en Occidente, cuando muchas colecciones de libros fueron destruidas durante conflictos bélicos y con la desaparición de las élites culturales que eran los últimos portadores de esta cultura escrita. Los cambios en los soportes –como el paso del papiro al pergamino y de los pergamino a los códices– así como el canon literario y el sistema educativo, también representaron barreras adicionales. La transmisión de las obras finalizaba si no se reescribían en el nuevo soporte.
Mientras que en el Imperio Bizantino la tradición literaria de la Antigüedad se mantuvo hasta la caída de Constantinopla, en Occidente, sólo una pequeña élite de personas ricas y cultas conservó el legado literario de al final de la Antigüedad en una reducida selección de obras. A este círculo pertenecía Casiodoro, de familia senatorial, que en el siglo VI recopiló los restos de literatura que aún se conservaba y estableció la producción de libros monásticos en Vivarium,, sentando así las bases de la producción de libros en la Edad Media. Especialmente en los siglos VII y VIII, manuscritos de autores clásicos y algunos autores cristianos fueron borrados y reescritos. De los escasos manuscritos latinos más antiguos que aún se conservan, la mayoría de los que contienen textos de autores clásicos solo se conservan como palimpsestos. Por lo tanto, el posterior Renacimiento carolingio, en el que la producción de manuscritos de textos clásicos volvió a florecer, tuvo una gran importancia para la transmisión. Las razones para la creación de palimpsestos fueron diversas, generalmente consideraciones prácticas como el coste del material, el cambio del tipo de escritura o un cambio en los gustos literarios, y posiblemente también motivos religiosos en el caso de textos clásicos y heréticos.
Las consecuencias de la pérdida de gran parte de la literatura antigua fueron significativas. Fue solo con la invención de la la imprenta en el siglo XV para que los textos antiguos volvieran a ser accesibles a un público más amplio. Muchos logros de la era moderna se inspiraron directa o indirectamente en estos escritos. Probablemente no fue hasta el siglo XIX cuando las bibliotecas modernas alcanzaron el número que tenían en la Antigüedad.