Viaje del papa Francisco a Tierra Santa
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El viaje del papa Francisco a Tierra Santa (24 al 26 de mayo de 2014) constituyó la segunda travesía fuera de Italia efectuada por Francisco durante su pontificado, luego de la que hiciera a Brasil en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud 2013. El viaje contó con tres etapas: Amán (Jordania), Belén (Palestina) y Jerusalén (Israel). Esta peregrinación a Tierra Santa, la cuarta efectuada por un sumo pontífice romano contemporáneo, se realizó cincuenta años después del encuentro histórico entre el papa Pablo VI y el patriarca de Constantinopla Atenágoras I,[1] y se inscribió en la misma línea de diálogo interreligioso y ecuménico que continuaron Juan Pablo II y Benedicto XVI en una región signada históricamente por el conflicto árabe-israelí y otras tensiones políticas, religiosas y sociales.
En ocasión de su visita al papa Francisco en la Ciudad del Vaticano en septiembre de 2013, el rabino Abraham Skorka ya había comentado que esperaba viajar con él a Tierra Santa y recorrer juntos Jerusalén y Belén,[2] tema del que se había conversado en un encuentro conjunto con el periodista Henrique Cymerman en junio de ese año.[3][Nota 1] El 5 de enero de 2014 se confirmó la fecha definitiva de la visita pastoral,[4] y el 27 de marzo se difundió el programa del viaje.[5]
La visita y algunos de los gestos de Francisco fueron calificados como «históricos» por diversos medios internacionales y nacionales de comunicación social, tales como Time,[6] ABC News,[7] Le Figaro,[8] la Agenzia Nazionale Stampa Associata,[9] y The Sydney Morning Herald.[10] En referencia al domingo 25 de mayo, John Allen escribió para The Boston Globe: «En un solo domingo, Francisco entregó cuatro momentos de impacto, cualquiera de los cuales probablemente habría sido suficiente para marcar el día como histórico».[11]
Entre los principales gestos del papa Francisco destacaron:
- la prédica por la paz en medio del conflicto en Siria: «Es necesaria una solución pacífica para Siria», «la paz no se compra ni se vende» (24 de mayo);
«Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento.»[12] |
- el reconocimiento de dos Estados en conflicto, el de Israel («sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas») y el de Palestina («Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente»). El papa invitó a rezar juntos en la Ciudad del Vaticano al presidente de Israel, Simon Peres y al líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás (25 de mayo);
- el encuentro con el patriarca de Constantinopla, con la firma de una declaración conjunta, los gestos compartidos y la celebración ecuménica en el Santo Sepulcro (25 de mayo);
- el mensaje al islam desde la Explanada de las Mezquitas en el que exhortó a aprender a comprender el dolor del otro y a no instrumentalizar el nombre de Dios para la violencia (26 de mayo);
- su abrazo con el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud ante el Muro de los Lamentos, en lo que se denominó el «abrazo de las tres religiones» (26 de mayo);
- la ofrenda de flores en la tumba de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, ubicada en el cementerio nacional de Israel (26 de mayo);
«Con la vergüenza de lo que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, fue capaz de hacer. Con la vergüenza de que el hombre se haya hecho dueño del mal; con la vergüenza de que el hombre, creyéndose dios, haya sacrificado a sí a sus hermanos. ¡Nunca más!! ¡Nunca más!!»[13] |
- el desvío del itinerario para acudir a rezar en una lápida dedicada a las víctimas del terrorismo en Israel (26 de mayo);
- la visita al Yad Vashem, el memorial del Holocausto donde, haciendo referencia a los campos de exterminio, exclamó: «¡Nunca más, Señor, nunca más!» (26 de mayo);
- la reconciliación entre judíos y cristianos como uno de los frutos del Concilio Vaticano II, a la que hizo referencia ante los dos grandes rabinos —el asquenazí y el sefardí— en el gran rabinato de Israel (26 de mayo);
- la celebración eucarística en el Cenáculo, lugar santo para los cristianos que pertenece actualmente a Israel (26 de mayo).